sábado, 1 de junio de 2013

ALCOHOLISMO Y EXCLUSIÓN SOCIAL


El alcoholismo es una de las adicciones más frecuentes. Es habitual que se vincule con un vicio y se vea a la persona alcohólica como la única responsable y causante de su situación. No obstante, el alcoholismo es una enfermedad que afecta a gran parte de la población, aunque en muchos casos no se percibe hasta sus últimas consecuencias.

Como he señalado se trata de una enfermedad, una enfermedad progresiva, crónica y degenerativa. Está caracterizada por daños físicos en todos los sistemas del organismo, siendo los más complicados los que se relacionan con el sistema cardiovascular, el sistema nervioso y el hígado.

¿En qué ámbitos de nuestra vida influye el consumo excesivo de alcohol?

En el ámbito laboral la capacidad de trabajo se resiente progresivamente, siendo frecuentes los retrasos, los accidentes y las bajas laborales, pudiendo perder su puesto.

Como consecuencia de desatender los asuntos laborales, puede llevar también a una pérdida del nivel social, e incluso a la mendicidad en casos extremos.  Todo esto puede ocasionar actitudes de rechazo y pérdida de relaciones y amistades, siendo frecuente que el enfermo alcohólico acabe aislado.
Las relaciones familiares sufren deterioros, en algunos casos se rompen por completo. Los reproches, los celos, las discusiones, las agresiones, forman parte de la vida cotidiana y no es raro que desemboquen en separaciones matrimoniales y dispersión de la familia.

Las consecuencias que el alcohol ejerce sobre el empleo y las redes de apoyo pueden encaminar
al individuo hacia todo un proceso de exclusión social o desafiliación.

Robert Castel establece una correlación entre la situación laboral y la participación de las redes de sociabilidad, que dará lugar a lo que metafóricamente denomina una de las “zonas de cohesión”, distinguiendo entre la zona de integración, de vulnerabilidad y exclusión o desafiliación. No cabe ni decir que lo ideal para la vida en sociedad es estar integrado en la zona de inclusión, que se caracteriza por la estabilidad, tanto en el ámbito laboral, como relacional, pero además nos proporciona sentido vital y un lugar o status en la sociedad de la cual formamos parte, y también por qué no destacar que existe gracias a que el individuo forma parte de ella. Por su parte, la zona de vulnerabilidad se caracteriza por la precariedad que sufre el individuo en las dos dimensiones fundamentales de la integración social ya mencionadas el empleo y las redes de apoyo. Esta zona está situada en una posición estratégica, en la medida que es donde se produce el debilitamiento del bienestar social y la transmisión hacia la exclusión. Finalmente aquellas personas que estén excluidas del mundo laboral y además carezcan de relaciones sociales, estando en situación de aislamiento social, pertenecen a la zona de exclusión o desafiliación.

Hay que poner en marcha todos los dispositivos posibles para que desaparezca la invisibilidad de estos colectivos, y la incorporación de mediadores sociales que trabajen con estrategias de acercamiento para acceder a ellos y servir de puente entre los dispositivos asistenciales y los propios afectados.

Esto ha llevado a crear centros específicos de media y larga estancia, con programas de tratamiento intensivo al mismo tiempo que trabajar con técnicas de reducción de daños, entrevista motivacional y programas de integración.




Raquel Reyes Torres
2ºC, C1.

 
 

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