jueves, 23 de mayo de 2013

CONSECUENCIAS DE LA CRISIS SOBRE LAS PERSONAS: ENFERMEDADES MENTALES.


El consumo de tranquilizantes, somníferos y sedantes ha aumentado en España en los años que coinciden con la crisis, según informes recientes. El porcentaje de personas que los consumen se ha disparado y se ha situado en un 11,4% en el año 2011, frente al 5,1% de la población que lo hacía en 2005. Los expertos afirman que existe un vínculo entre nivel de ingresos y salud y que la incertidumbre provocada por la crisis conduce a muchas personas a recurrir a estos fármacos hipnosedantes para calmar su ansiedad y angustia.

 Tranquilizantes, somníferos y sedantes se alejan de la norma impuesta por el resto de drogas. Son las únicas que consumen más mujeres que hombres, en concreto existe un 15,3% de consumidoras y un 7,6% de consumidores. Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés (SEAS) considera que “la prevalencia de la ansiedad y la depresión es superior en las mujeres, que duplican a los hombres en trastornos emocionales”. Algo que, entre otras cosas, guarda una estrecha relación con el patrón tradicional de cuidados y responsabilidades que la mujer debe seguir en el hogar.


Los despidos, las bajadas de sueldo, los desahucios, las subidas de precios y los fuertes recortes que han hecho nuestros políticos debilitan la moral de quienes los padecen. Cada vez menos gente puede hacer frente a sus gastos, lo que genera preocupación e intranquilidad, y hace que tenga que recurrir a estas sustancias. A pesar de que en su mayoría se adquieren con receta, según Luis Bononato, de Proyecto Hombre, “su uso continuado genera mucha dependencia, un peligro que la mayor parte de la sociedad no contempla”.

Se abusa de estos medicamentos, que se han convertido en el principal tratamiento para el tipo de problemas psicosociales que sufren muchas personas. Sin embargo, los expertos consideran que no es la solución, y apuestan por un mayor soporte psicológico. Jordi Reviriego, médico de familia y psicoterapeuta afirma que “la industria farmacéutica ha sabido aprovechar este escenario y se trata con fármacos a pacientes que sólo necesitan ayuda psicológica o mejorar su situación social o económica”.


Los recortes han empeorado la atención psicológica disponible en el sistema público de salud, por lo que la más eficaz se ha desviado a las consultas privadas. Esto provoca que muchas personas que deben recurrir a este servicio, no puedan costeárselo y sean tratadas con hipnosedantes, que unido a la dependencia tanto física como mental, pueden producir otros efectos secundarios, muchos de ellos inevitables de por vida, como debilidad corporal, trastornos del sueño o disfunción sexual.


El alcance de la crisis va mucho más allá de lo que a simple vista parece. Junto a las consecuencias más evidentes, se suman otras que a largo plazo pueden generar situaciones de riesgo entre la población. Consecuencias que en muchas ocasiones se basan en meras estadísticas, números vacíos que muestran el aumento o disminución del consumo de tranquilizantes, sedantes, somníferos y otros fármacos para combatir la desgana y la impotencia. Detrás de las cifras se encuentran las vivencias diarias, el desasosiego y la perseverancia de las personas más vulnerables, que necesitan algo más que medicamentos. La mejor medicina es un sistema de apoyo y protección, que se constituye como la medida más eficaz para evitar los peores efectos de la crisis sobre la salud mental.



Por otra parte, resulta interesante fijarse en cómo están influyendo los recortes en las asociaciones y centros para personas con enfermedades mentales. Algunos de estos centros han recurrido a la autofinaciación, pudiendo apreciarse que muchas personas dejan de asistir al no poder  costeárselo.

Según afirma Julián Marcelo, miembro de ASIEM (Asociación para la Salud Integral del Enfermo Mental)  “por falta de financiación no pueden ni sostenerse las ya escasas plazas de centros de media estancia, de centros de rehabilitación  y centros de día. Sin hablar de los prácticamente desaparecidos programas de capacitación y orientación, incluso de los financiados con fondos europeos.”

Un ejemplo de estos hechos es lo que sucede en  la Asociación Lucha por la Salud Mental  y los Cambios Sociales (Alusamen), que asegura que si no recibe pronto la subvención que necesita, no podrá continuar abierta el próximo curso y, por tanto, dejara sin “día a día” a unas 240 personas con enfermedades mentales graves como esquizofrenia o trastorno bipolar, para quienes la entidad es su referencia.
Según explica Nacho Arteaga, psicólogo de Alusamen, esta asociación es para muchos ciudadanos con trastornos mentales una forma de vida, ya que acuden a ella casi a  diario y sale así del aislamiento propio de la esquizofrenia o de la enfermedad mental con la que conviven.

Si entidades como Alusamen se ven obligadas a cerrar sus puertas, teme Arteaga, muchas personas con trastornos mentales graves, a las que les cuesta bastante relacionarse, volverá a aislarse en sus casas e incluso al hospital, lo que no supondrá desde luego un ahorro para las administraciones.



Raquel Reyes Torres
Andrea García García
2ºC, C1


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