La ansiedad… esa sensación que todos
en algún momento de nuestras vidas experimentamos pero a veces no sabemos muy bien
porqué…
La ansiedad se puede definir como “una reacción emocional que surge ante las
situaciones de alarma, o situaciones ambiguas, o de resultado incierto, y nos
prepara para actuar ante ellas”.
Está formada por 3 tipos de reacciones
o lo que en Psicología se llama “tridimensionalidad de la conducta”, los cuales
interactúan constantemente.
El nivel cognitivo, es decir, lo que pensamos, el nivel fisiológico, todo lo relacionado con la parte física: tensión
muscular, temblores, calor, molestias en el estómago y el nivel conductual, es decir, las conductas que la persona elige para
sentirse mejor ante esas situaciones que le generan ansiedad.
Un gran número de personas vive la
ansiedad como algo negativo, pero lo cierto es que sentir ansiedad no es malo,
sino que es una reacción adaptativa que nos prepara para actuar de forma
adecuada ante determinados tipos de situaciones, importantes para nosotros.
Ahora bien, en ocasiones este
mecanismo de adaptación se activa y no sabemos muy bien porqué, ya que
aparentemente no estamos ante un peligro.
Entonces…¿Porqué si la ansiedad no es
negativa, se asocia a problemas y malestar?. A veces, nuestra reacción de ansiedad es provocada por la amenaza subjetiva
y una situación que en realidad no encierra un peligro real puede ser vista por
nosotros como amenazante, anticipando unas consecuencias muy negativas. De esta
forma, estaríamos malgastando nuestros recursos para adaptarnos y ocurriría lo
contrario: tendríamos un exceso de tensión e impediría dicha adaptación. Cuando
estas interpretaciones de traducen en un estado significativamente alto y general
de ansiedad se considera un factor para el desarrollo de trastornos de ansiedad.
Los trastornos de ansiedad, son el
grupo de trastornos mentales más frecuentes entre la población general. En España, los estudios epidemiológicos
recientes señalan una prevalencia anual de los de más de un 6% y más de
un 15% de la población general sufrirá alguna vez a lo largo de su vida un
trastorno de ansiedad.
Estos, en sus diferentes formas
(trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, fobia
social, trastorno por estrés postraumático, agorafobia…) y dependiendo del
grado de gravedad, pueden llegar a afectar significativamente a la vida
cotidiana de las personas que los padecen, y sus diferentes áreas como la
familiar, social y laboral.
Hay que aclarar, que estas situaciones
sólo derivarán en trastornos psicopatológicos cuando la persona sufra un gran
malestar emocional que no pueda dominar, y cuando le incapacite o condicione
algún área de su vida, ya que mucha gente, se siente incómoda en los aviones
sin tener fobia a volar o tienen manías sin llegar a ser obsesivos.
Así mismo, algunas veces estos se
combinan con trastornos afectivos o del estado del ánimo, dificultando así un
diagnóstico diferencial, así como la situación personal de la persona, ya que
están muy relacionados unos con otros, siendo síntoma central de todos ellos la
ansiedad.
Algunos de estos trastornos están más
relacionados con miedos irracionales a animales, objetos o situaciones muy
concretas (fobias específicas), otros incluyen pensamientos intrusivos e
involuntarios (obsesiones) acompaños de actos (compulsiones) que se llevan a
cabo para paliar la sensación de ansiedad que producen dichos pensamientos (trastorno
obsesivo compulsivo), otros tienen que ver con una preocupación constante sobre
la posibilidad de que sucedan desgracias como la muerte de un familiar o tener
dificultades en el trabajo (trastorno de ansiedad generalizada) y otros afectan
más directamente a la interacción social en forma de miedo irracional y
desproporcionado a un cierto número de situaciones sociales de las cuales la
persona tiende a protegerse mediante conductas de escape y evitación. Estas conductas
van desde evitar ir a una fiesta, conocer gente nueva hasta comer en público o
realizar llamadas telefónicas.
De esta manera las personas con este
tipo de trastornos pueden llegar a padecer como consecuencia un aislamiento por
parte, tanto de ellos mismos como de la sociedad. Por un lado, suelen ser
personas a las que les cuesta relacionarse con los demás, y por otro, el
desconocimiento y a veces la falta de comprensión por parte del resto puede dar
lugar a situaciones de exclusión.
María Ortiz Rogríguez
Grupo C1
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